No hay mujer más atractiva que la mujer que se ama.
Cuando
se dice que la belleza está en el interior, muchos serán los que
sonrían y piensen con cierto sarcasmo que la que no es guapa tendrá que
contentarse al menos con ser buena persona. La vida parece más sencilla cuando se tiene una cara bonita, una figura proporcionada y una melena y sonrisa de anuncio.
Una buena materia prima es un gran punto de apoyo, eso es cierto, pero
no es suficiente. Recordemos si no el buen refrán que dice: La suerte de la fea, la bonita la desea.
Pero
aunque sea difícil de creer, la verdadera belleza nace del interior.
Pero no la belleza objetiva, sino la más importante, la subjetiva, la
que no puede explicarse, la que aporta “ese algo especial” que hace que
llegues a enamorarte de una persona. He conocido a personas
verdaderamente atractivas, pero carentes por completo de gracia o de
magnetismo. También me he encontrado con personas tan carismáticas que
hacen de su aspecto exterior algo completamente irrelevante. Te gustan por la sencilla razón de que ellas se gustan a sí mismas.
La
belleza que reflejamos en el exterior emana de una poderosa fuerza
interior generada por una mezcla de actitud positiva, autenticidad y una
saludable aceptación de nuestra persona. Sin esta mezcla no se produce
la magia.
La vida nos enseña a gustar a los demás, pero no a gustarnos a nosotras mismas.
Todo el mundo parece estar dispuesto a poner todos los medios por
explotar al máximo su imagen exterior, pero nadie parece darse cuenta de
que el verdadero enganche está en el carisma y la seguridad en una
misma. Unos ojos hermosos pierden mucho potencial cuando al sentirse
inseguros no saben mantener una mirada. Y ni las piernas más estilizadas
llegarán muy lejos si su paso no es firme y contundente.
El
secreto del éxito no radica en esforzarnos tanto en causar una buena
impresión, sino en trabajar en nosotras desde el interior.
Reforzar nuestra identidad, y trabajar en nuestro estado de ánimo. Dejar
de preocuparnos de la huella que dejamos y mirar más por dónde vamos.
Mantener a raya una única cosa. Nuestro equilibrio.
Una mujer sexy es una mujer con personalidad, segura de sí misma, a gusto con su cuerpo y su forma de ser. La mujer que se esfuerza demasiado en gustar a los demás, acaba siendo aburrida y predecible.
Tal vez aún no lo sepas, pero para que un hombre te encuentre sexy no necesitas ser hermosa, sólo femenina y alegre.
No es necesario que la ropa te siente como a una modelo, sólo sentirte
cómoda con tu cuerpo y manejarlo con gracia. El vestir y actuar siempre
de forma provocativa no es sexy. Es una manifestación clara y evidente
de que estamos muy necesitadas de llamar la atención. Suma vulgaridad y
resta elegancia, muy valorada por el hombre.
El exceso de
complacencia y alabanzas les aburre. Ellos prefieren un “Me gustas pero
no te necesito”, mujeres un poco más espontáneas, que les sorprendan de
vez en cuando y estén dispuestas a decir que no cuando corresponde.
Mujeres
hermosas hay por todo en el globo terráqueo, pero la autenticidad,
actualmente en peligro de extinción, es lo más valorado de una persona.
Ponte a prueba y arriésgate por fin a ser tu misma sin caer en la
arrogancia ni en la prepotencia. Sé una mujer natural, sin artificios ni
estrategias.
No te quedes donde no se te trata como mereces, ni
creas que no te aceptan porque no eres lo suficientemente buena, porque
corres el riesgo de acabar amoldándote tú a ellos. Eres MUY BUENA, y en
ti hay mucha, mucha sensualidad. Ámate y cuídate, por dentro y por
fuera. Da siempre lo mejor de ti, pero JAMÁS, JAMÁS, pierdas de vista tu
propia identidad ni el respeto hacia tu persona. Son tu atractivo más
preciado.
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